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LA EPIDEMIA AZUL

LA EPIDEMIA AZUL
Portada: Higorca

Vídeo obras de José Higueras "el pintor de la luz"

domingo, 19 de enero de 2014

LA RAMA DE LAUREL

Óleo sobre lienzo del maestro José Higueras Mora


Sentada en el cómodo butacón cerca del gran ventanal, María escuchaba el ulular del viento. Era el mes de febrero hacía bastante frío. Tapada con una manta cerca del radiador se quedaba medio adormilada acompañada de sus recuerdos.

Los días ya empezaban a ser más largos pero todavía eran muy frescos, sobre todo el aíre que no paraba, había momentos en que parecía arrancar los árboles.

A través de los cristales se podía ver un laurel, era enorme, los años le había hecho crecer tanto que cada vez que se movía daba golpes sobre la ventana y parecía que se iba a caer sobre la casa.

María se traslado al día en que su abuelo planto aquel árbol. Se lo habían regalado unos niños de una escuela taller de Toledo.

Era muy pequeñito. El abuelo llego a casa con la maceta y se dispuso a plantarlo en otra más grande para que no se rompiese hasta que creciera un poco más y de esa forma pasarlo a la tierra.

Estaba muy “apegado” a su laurel, lo miraba y lo mimaba para que no se le muriera, era su orgullo y siempre que tenían visitas el abuelo le regalaba una rama para condimento o bien para que lo pusiese de adorno además de contarle la historia de quien y como se lo habían regalado.

Pasaron los años y el abuelo se murió de viejo, su árbol seguía en el mismo sitio, era como tener más cerca a la persona que lo había plantado nadie osaba  tocar el laurel. Se había puesto tremendo.

Cuando el viento era fuerte como hoy, se bamboleaba y sus ramas llegaban hasta los cristales. Se movía con la flexibilidad de una bailarina ejecutando una exquisita danza, cada vez que rozaban los cristales de la ventana les parecían que eran caricias del abuelo.

A la mañana siguiente, el día estaba más calmado, había parado el “vendaval” y lucia un sol esplendido. María salió a dar una vuelta por el jardín, al pasar cerca del laurel vio que con la fuerza del aire se habían roto unas ramas, las recogió y una vez dentro las puso dentro del jarrón de la abuela.

Seguro que el abuelo estaría contento, era el jarrón preferido por su mujer. Quedaba bonito, además de decorar desprendía un limpio aroma que llenaba la estancia.

Higorca

Medalla de Oro de Literatura Grandes Premios Internacionales de Charleroi (Belgica)