Óleo sobre lienzo del maestro José Higueras Mora
Sentada en el cómodo butacón
cerca del gran ventanal, María escuchaba el ulular del viento. Era el mes de
febrero hacía bastante frío. Tapada con una manta cerca del radiador se quedaba
medio adormilada acompañada de sus recuerdos.
Los días ya empezaban a ser
más largos pero todavía eran muy frescos, sobre todo el aíre que no paraba,
había momentos en que parecía arrancar los árboles.
A través de los cristales se
podía ver un laurel, era enorme, los años le había hecho crecer tanto que cada
vez que se movía daba golpes sobre la ventana y parecía que se iba a caer sobre
la casa.
María se traslado al día en
que su abuelo planto aquel árbol. Se lo habían regalado unos niños de una
escuela taller de Toledo.
Era muy pequeñito. El abuelo
llego a casa con la maceta y se dispuso a plantarlo en otra más grande para que
no se rompiese hasta que creciera un poco más y de esa forma pasarlo a la
tierra.
Estaba muy “apegado” a su
laurel, lo miraba y lo mimaba para que no se le muriera, era su orgullo y
siempre que tenían visitas el abuelo le regalaba una rama para condimento o
bien para que lo pusiese de adorno además de contarle la historia de quien y
como se lo habían regalado.
Pasaron los años y el abuelo
se murió de viejo, su árbol seguía en el mismo sitio, era como tener más cerca
a la persona que lo había plantado nadie osaba
tocar el laurel. Se había puesto tremendo.
Cuando el viento era fuerte
como hoy, se bamboleaba y sus ramas llegaban hasta los cristales. Se movía con
la flexibilidad de una bailarina ejecutando una exquisita danza, cada vez que
rozaban los cristales de la ventana les parecían que eran caricias del abuelo.
A la mañana siguiente, el
día estaba más calmado, había parado el “vendaval” y lucia un sol esplendido.
María salió a dar una vuelta por el jardín, al pasar cerca del laurel vio que
con la fuerza del aire se habían roto unas ramas, las recogió y una vez dentro
las puso dentro del jarrón de la abuela.
Seguro que el abuelo estaría
contento, era el jarrón preferido por su mujer. Quedaba bonito, además de
decorar desprendía un limpio aroma que llenaba la estancia.
Higorca
Medalla de Oro de Literatura
Grandes Premios Internacionales de Charleroi (Belgica)
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