Óleo de José Higueras Mora
La vendimia estaba en todo
su “apogeo”. Los racimos son cortados por manos expertas para después poder
obtener el mejor mosto.
Este año la uva era excepcional.
La uva blanca tenía un dorado que daba la impresión de ser transparente, se
podía ver el interior de cada grano, saborearlo simplemente con verlo. Así mismo
la morada tenía un color especial, brillante, tersa, apetecible.
La muchacha deseaba poner
aquella maravilla en un frutero decorando una estancia de la casa ¡eran tan
bonitos! Los escogió bien los puso en una cesta y se los llevo a casa.
Por el camino recordó que
tenía un frutero “especial” lo había visto siempre en casa de su abuela y
después en la casa de su madre, ahora lo tenía ella ¡ese sería el sitio ideal!
Se paró a comprar el pan, compró
una hogaza tenía que llevarlo para que los vendimiadores almorzasen. Había que
alimentarse bien para el trabajo, era duro.
Llego a casa busco un tapete
era recuerdo de su madre, le tenía un gran cariño, luego saco el frutero y
coloco los racimos en el ¡quedaba bonito! Le pareció poco, se acerco al mueble
bar y encontró la botella de barro. La miro ¡qué bellos recuerdos llegaban a su
mente! Sin darse cuenta había dejado el pan sobre aquel tapete y una naranja de
antes.
Miró todo, le gustó la
decoración que sin darse cuenta había creado. Allí en aquel poco espacio había
reunido algunos de sus recuerdos. Cerró los ojos por un momento pensando en
todo el tiempo atrás.
Higorca
1 comentario:
Hola Higorca.
Entre el cuadro de tu esposo y tu relato, has compuesto un bellísimo Post.
Besos a los dos, Montserrat
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