Óleo/tabla, medidas: 65 x 81 cm., año 2007, autor: José Higueras Mora
Habían pasado muchos años. Ahora estaban de nuevo en esa
tierra que les parecía desconocida. Eran muy pequeños cuando sus padres
decidieron partir a buscar un trabajo mejor a otro país. Allí era muy difícil
poder vivir, no tenían ni lo más básico. Fue una decisión dura… pero acertada.
Ellos fueron creciendo, acudiendo al colegio, aprendiendo el
idioma. Apenas se dieron cuenta del cambio experimentado. Lo peor fueron sus
padres que tuvieron que trabajar duramente para sacarlos adelante. No era fácil
estar en un lugar desconocido, sin familia, con otro idioma…
Al principio no podían volver ni aún en vacaciones. Era
preciso ahorrar para luego poder llegar con algo de dinero y conseguir de nuevo
todo lo que habían perdido.
Así fue, pasados tres años de nuevo volvieron a su tierra, al
lugar que les vio partir. Todo les parecía raro, distinto, en cambio todo
estaba igual. Todo menos la familia, aquellos padres y abuelos habían
envejecido. Mirándolo bien no era mucho tiempo pero… quizá el sufrimiento al
saber que sus hijos estaban lejos.
Así fue pasando el tiempo, los años. Se acostumbraron a estar
en aquel país tan distinto al suyo, pero dónde les habían acogido muy bien. Se sentían
en su casa, con los mismos amigos del principio, y ahora ya venían todos los
años a su pequeño pueblo extremeño.
Un día recibieron un telegrama con una mala noticia, la
abuela había fallecido. Tenían que venir. Ya solamente quedaba ella de todos
los mayores. Después del entierro de nuevo el regreso a su casa, al rincón que
ahora era como suyo.
De nuevo estuvieron unos años sin volver ¿para qué? Ya no
quedaba nadie de ellos, todos estaban fuera, cada hermano por un lado del
mundo. No era fácil llegar y encontrar aquella casa sin nadie.
Un verano, cuando ya el tiempo casi había curado la herida
decidieron tornar. Al abrir la puerta un
fuerte olor les descubrió todo el polvo que había. Olía a cerrado, a soledad,
entraron, miraron por todo, seguramente no podían dormir allí aquella noche,
debían limpiar bien. Dejaron las maletas y se dispusieron a preparar todo,
entre todos. Abrieron las ventanas. Era necesario ventilar. Aquel olor traía
recuerdos del pasado.
Entraron en la cocina, al abrir la ventana vieron la mesa. Estaba
intacta, como si alguien hubiese estado limpiando aquel trozo todos los días.
La mesa dónde acostumbraban a comer sus padres siempre, al
mismo tiempo que la utilizaban para poner las cosas de la cocina, de esa forma
la abuela se encontraba más cómoda. En ella la sartén estaba en su sitio, la
aceitera aún guardaba el mismo aceite, los membrillos del jardín se habían
conservado como si estuvieran recién cogidos del árbol. La abuela tenía
costumbre de dejar uno dentro de aquella enorme copa que siempre le había
gustado a la nieta cuando era pequeña. La calabaza del abuelo, colgada en la
vieja pared. Miraron… no se atrevían a tocar el pan, parecía estar tierno. Se
acercaron y pudieron comprobar que estaba como una piedra, pero eso sí, no
había perdido el color, era como si aquello hubiese permanecido esperando a que
llegaran ellos para recordar que allí estaba su casa, su lugar, sus recuerdos.
Aquella noche el matrimonio hizo nuevos planes, estuvieron
hablando largo rato. Por la mañana hablarían con sus hijos. Eran mayores,
habían crecido, tenían unas carreras, sus parejas. Todo marchaba bien ¿para qué
esperar entonces?
Se sentaron en la mesa para desayunar, el humeante café
desprendía un acariciante aroma, además del pan tostado recién hecho.
Hablaron los padres ¡hemos
pensado que nos quedamos aquí! Ahora
ya sois mayores, no necesitáis de nosotros. Este es nuestro hogar, nuestro
lugar. Dejaron de desayunar y se miraron desconcertadamente. No tuvieron
contestación que decir, al fin y al cabo tenían derecho a pensar así. Habían luchado
mucho. Ahora ya les había llegado el momento de descansar y ¿dónde mejor que en
su rincón extremeño? La casa que fue de sus ancestros.
Se levantaron, y simplemente les dieron un fuerte abrazo. Aquella
mesa, en la cocina con todos los componentes intactos les había indicado donde
estaba su lugar.
Higorca