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LA EPIDEMIA AZUL

LA EPIDEMIA AZUL
Portada: Higorca

Vídeo obras de José Higueras "el pintor de la luz"

martes, 15 de mayo de 2012

CAZA Y PESCA

Oleo de José Higueras Mora - año 1992



Era época de caza. Los cazadores provistos de la escopeta, el perro y el zurrón con la comida, se disponían a pasar un día lleno de aventuras y misterio.
Un pensamiento estaba fijo en sus mentes ¿sería buena la caza ese día? Últimamente no se daba muy bien. No sabían el por qué pero no corrían muchas liebres, ni conejos por ese monte.
Decían, entre ellos que no tenían mucha comida, pero tampoco eso les convencía ya que las cepas estaban repletas de hojas tiernas y eso les gustaba a ellas. Claro que un poco menos a los viticultores.
Tampoco se veían muchas perdices, y, ya las codornices habían desaparecido de aquella comarca. Las explicaciones eran que al utilizar las cosechadoras arrasaban los nidos y eso hacía desaparecer a esas pequeñas aves.
El día estaba claro, el cielo azul y sin una nube, caminaban a buen paso y no habían tenido la oportunidad de estrenarse. Los perros caminaban a su lado, estaban tranquilos y eso quería decir que su olfato no había detectado nada.
De pronto de entre unos matorrales un ave sale volando, ellos se quedan quietos y se miran ¿qué era aquello? Miran hasta el lugar por donde había salido extrañados, era muy grande, entonces ¡una perdiz era imposible!  Su vuelo no llego muy lejos, ahora podían verla mejor. Era un faisán, un hermoso faisán.
Empujaron a los perros para que lo cogieran sin tener que usar las escopetas. Era imposible, se prepararon y al salir de nuevo se oyó un tiro y la pieza cayo, los perros corrieron a coger aquella presa. Era una hermosa pieza.
El mismo día unos buceadores se adentraron al mar. Simplemente para mirar aquella maravillosa “fauna” y flora marina. Pasear por aquellos mares era todo un acontecer, disfrutar de algo distinto. Soñar bajo las aguas de un océano que bullía de una inmensa vida de colores.
Durante un buen rato nadaron con tranquilidad, viviendo, admirando aquel mundo mágico. Con una señal subieron, salieron y se quitaron las botellas. Descansaron un rato cerca del agua.
Durante la conversación decidieron ir a buscar unas cuantas ostras para la cena. No lo pensaron, cogiendo el rastrillo, se adentraron de nuevo en el agua, a pocos metros se podían encontrar las camas.
Con sumo cuidado pasaban el rastrillo, habían muchas, se podían coger con facilidad, cogieron un buen puñado, las guardaron en la malla que llevaban en el cinturón. Cuando ya tenían bastantes salieron para ir hasta casa y dar buena cuenta de aquel rico manjar.
Sobre la mesa los limones necesarios para poder degustar aquellas delicias, sobre todo con una buena copa de vino blanco. El vino gallego tan apropiado para ellas, ese Albariño de un delicioso paladar, con mil aromas y mil placeres.
Fue un acontecimiento, saborear las deliciosas ostras regadas con el exquisito vino. Mientras, colgadas esperaban las perdices y el faisán para el día siguiente.

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