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LA EPIDEMIA AZUL

LA EPIDEMIA AZUL
Portada: Higorca

Vídeo obras de José Higueras "el pintor de la luz"

lunes, 7 de abril de 2008

CARTA A UN AMANTE


Una calle de Toledo
cuadro pintado por
José Higueras
Querido mio:

Hoy me dispongo a escribirte como una enamorada se dirige a su amante. Y... es que tú, Toledo. Tú eres mi amante.


Por las noches te sueño, pienso en ti, y... es que amor es muy difícil olvidarte. Sueño y sueño; pienso en todas esas joyas maravillosas que guardas como un fiel tesoro en tus entrañas. Por eso te quiero tanto.

Te veo. te miro, estoy contigo en los atardeceres románticos. En esas puestas de sol inigualables, cuando el astro rey, después de pasar el día junto a ti, llenando tus calles de calor y luz, se esconde tras esos montes y muros que guardan la ciudad. Ciudad Imperial de Toledo.

Y es entonces... cuando todos duermen salgo a la calle y miro tu cielo lleno de luces, de miles de estrellas que te adornan como si de una corona se tratara.

Y miro a lo lejos, veo... las piedras que conservan el sabor añejo de los años, por ellas han pasado las culturas... una por una ¿Cuántas? Disfrutando de todas ellas, viendo pasar el agua tranquila y serena de ese río que también él rodea, abraza Toledo. Tu río, el Tajo que se postra a tus pies.

Dejo volar el pensamiento, mi dulce sueño, sentirme tuya, bajo la tenue luz de tus estrellas, de esa luna plateada, que invita a bailar, a correrías secretas bajo la capa y el sombrero, la espada ceñida a la cintura por lo que pueda pasar al entrar en los palacios, para cortejar a la dama de sus sueños. Cortejar... la doncella tras la reja en la oscuridad de la noche toledana.

Rejas, balcones, cargados de macetas en flor. Geranios y gitanillas colgando. Bendita decoración que las mujeres locales miman con todo su amor.

Toledo ¡Amor de mis amores! ¡Cuanto te quiero!

Subo hasta los cigarrales, lugar magnifico para contemplar sin temor todo lo que mi corazón desea, a ese amante que se abre a mis pies cual abanico. Destacándose, elevándose esas torres majestuosas como altares gigantes, que como yo se recrean mirando a su alrededor.

Y es entonces... cuando dejo volar mi imaginación de nuevo, y en mis sueños me encuentro en tus calles, me veo corriendo por ellas con la melena al viento que tu aire mece suavemente, siento tus caricias en mi cara y la suave brisa en mis labios como un cálido beso de enamorado.

He cruzado el puente de San Martín y me he parado para contemplar ese río que por ser de noche parece negro, oscuro, pero yo, aún en la oscuridad lo veo claro, transparente. Sus aguas corren tranquilas, despacio, sereno, silencioso, para que nadie despierte, para que todo siga en calma. Y cruza dos puentes.

Mientras veo correr el agua, recuerdo una vieja leyenda que muy cerca de donde me encuentro dicen... que en otroro tiempo paso.

Cuentos de amantes, de amores desdichados. Damas que buscan y siguen buscando el amor de sus amores.

Todo son maravillas. Historia, en esta bella y sin par ciudad.

Leyendas que como a mi, hacen soñar. Pensar y trasladarse a una época romana, o, quizás ¿Visigoda? Y por que no, árabe, o ¿por fin cristiana? Lo que si estoy segura, es que todo era distinto, romántico y poético. De batallas, de ganadores y vencidos ¿Quizás por no haberla vivido y quedársenos ya muy atrás?

No quiero despertar, es maravilloso pisar esos adoquines, sabiendo que debajo de ellos hay un montón de historia oculta. Casi da miedo correr. Lastimar con fuertes golpes esas piedras, lo digo, por no molestar a los que plácidamente descansan ya.

Dentro de tus murallas me encuentro protegida. Inmensas fortalezas que también a ti supieron protegerte de tantos eventos bélicos. Alimañas como aves de rapiña que solamente piensan en expoliar ajenos tesoros.

En cambio, cuando te miro es como si nada hubiera pasado por ti, tú, sigues gozando de tantas cosas bellas, de tantas cosas hermosas, que no me canso de repetir.

Toledo ¡amor mio! ¡Cuanto te admiro! Te adoro y por ti suspiro.

En mi loco soñar y correr por todas tus calles llego hasta la plaza de Zocodover, me siento: Sultana, Mora, Cristiana, Gitana. No lo sé ¡no sé que es lo que me pasa! Es tanto lo que noto dentro de mi pecho que no tengo palabras para expresar lo que mi alma siente. Solamente sé que en medio de tu plaza, danzo y danzo, envuelta en tules, en gasas, en sedas bordadas.

Mi danza, dulce danza, siempre acompañada por esa música de otras épocas. Música de cítaras, de laudes y flautas. Me enardece. Bailo y bailo, desenfrenadamente, quizás esperando que unos brazos me frenen, que me estrechen contra su pecho. Unos brazos fuertes que rodeen mi cuerpo. Mi cuerpo de amante ardiente. Para fundirnos los dos en un abrazo, abrazo de enamorados. Toledo ¡cuanto te amo!

Te siento, te llevo muy dentro.

Mis pies descalzos van marcando el ritmo de esas bellas notas, mis brazos se mueven al compás del aire, mi cuerpo se contornea y vuelo con el pensamiento y me adentro en tus palacios, en esas salas llenas de lujo, pero llenas de nostalgia, añorando los bailes y los ágapes de antaño.

Como estoy soñando nada me cuesta vivir, andar, volar, imaginar, y, así puedo llegar hasta cualquier lugar de mi enamorada ciudad.

En el palacio de Santa Isabel de los Reyes, entro y... Me parece escuchar los acordes... las notas melancólicas de un piano. Me parece ver mientras acarician sus teclas las blancas y finas manos de una doncella, con bella figura que como yo espera a su amante. De vez en cuando llega junto a su ventana la incertidumbre la mata, y en la composición se nota que su alma esta desgarrada. La espera es larga, la guerra dura, triste la tardanza.

Despacio bajo las escaleras, he cruzado el arco, esta cerca del hospital. Presto atención se ha parado la música, ahora son murmullos, lamentos de dolor. En ese silencio de la noche y en los pasillos del Santa Cruz. puedo escuchar los quejidos de aquellos caballeros que llegan de la guerra heridos, o ¿Quizás se batieron?

Vuelvo a subir las escaleras para llegar de nuevo a la plaza, me encamino, corro de nuevo, debo llegar hasta la Catedral, otra de tus joyas góticas.

Dentro el silencio, puedo pasear, ver, mirar, nadie me molesta, puedo admirar y recrear mi vista por cada uno de los rincones maravillosos ¡hay tantos! Los retablos. Maravillosos retablos. Las figuras, las imágenes, todas ellas parece que me hablan. Ellas comparten mi secreto, saben de mi amante, del amor que le tengo a Toledo.

Me susurran al oído, me dicen que eso es imposible, que la ciudad Imperial es de todos, no puede ser solamente mía ¿Pero qué dicen? Están locos ¡Qué saben ellos de amantes! Toledo es mío... mi amante.

De pronto por el orificio del techo entra un rayo de luz. Miro y me pregunto ¿No es noche? Veo estrellas, y ... la luna, esta brillando.

Es el rayo de luna que se filtra, tiene el color de la plata, no puede ser de otra manera. Al hacerse grande miles de estrellas de colores chocan con la escultura marmórea de excelente trabajo transparente. Salgo por la puerta de los Leones... meditabunda. Necesito respirar y de nuevo me encuentro en otra plaza entre la Catedral y el Ayuntamiento de la ciudad, jardín multicolor, que lo separa.

En mis sueños llega hasta mi un suave olor dulce. Mazapán que las monjas del convento de Santa Ursula están haciendo. Mazapán, rico pastel de almendra. Único en el mundo entero.

Es un placer poder entrar en todos sus conventos. Descubrir los secretos bien guardados de recetas dulces, hechas por unas manos inocentes, que nada saben, o, no quieren saber de las pícaras calles. Manos que bordan primores como si de ángeles se trataran. Maravillas que solamente ellas con su paciencia y amor llevan a cabo. Mis ojos se llenan de gozo al poder verlas.

Lugares que guardan doncellas, algunas en espera de aquel amor que se fue a la guerra, otras quizás se queden tras esos regios muros que las protegen.

Monasterios silenciosos en la noche toledana, quizás se rompan en la madrugada, cuando los frailes canten sus rezos de Maitines, en una oración sublime. Monasterios austeros, donde los padres en la edad media se sentían orgullosos por tener a sus hijos en tanto recogimiento. Capuchas que tapan cabezas y caras, rezos y cantos para liberar el alma.

Toledo, Toledo mío ¡Cuantas perlas y brillantes en bruto guardas!

Guardáme a mí también en lo más hondo de ti, en esas cavidades inescrutables, que todavía están vírgenes en lo profundo de tu suelo.

Toledo ¡hay! Toledo mío, volar quisiera. Entrar en todas esas iglesias, llenas de historia, llenas de vida, aunque muchos no crean.

Volver mi vista atrás, estar con tantos maestros de pintura que tu suelo pisaron, que allí vivieron. Entrar en su taller, aprender junto a ellos para poder pintarte, plasmarte en blancos lienzos.

Vuelo y vuelo, paso... todas las puertas, mira... tú me las abres para que yo, pasar pueda.

Se me enredan los flecos de mis mantones de seda, de gasa, tules que envuelven mi cuerpo desnudo que ahora se empapa con esos aromas del agua. He cruzado el puente, otro puente. Puente de Alcántara, para llegar al castillo de San Servando, esperando que allí en ese lugar amurallado sienta tus brazos.

Subo hasta el mirador, me impresiona lo que veo, pero no me quedo en ese lugar. Sigo subiendo hasta la torre del homenaje. Una vez allí grito una y otra... otra vez tu nombre al viento... Toledo, Toledo... te amo... te amo con todas mis fuerzas.

Es entonces cuando una voz a lo lejos me contesta, te quiero... te quiero... con ... mis fuerzas. Me estremezco... ¿Eres tú amor mío? Ya nadie contesta a mis palabras.

De pronto me doy cuenta... es el eco que responde a mis gritos. Me quedo quieta en la noche, esperando. Una ráfaga de viento levanta mi melena, mi vestido de gasa, vaporoso. Parece como si me elevara.

Corro escaleras abajo, alguien me llama, cruzo de nuevo el puente de Alcántara, subo por las empinadas calles. Ahora silencio, y, de pronto... de pronto noto un arrastrar de pies. Escucho en el silencio de un amanecer que ya empieza a clarear.

Exhausta de tanto correr llego hasta el palacio Episcopal, me quedo quieta es la procesión. Es el Corpus Christi. Fiesta grande en tu seno y de pronto... un estruendo de timbales, de clarines.

Un aroma se desprende de las flores que llenan tus calles, poesía en el aire. Estandartes que acompañan a esa gran y única joya de la orfebrería. Joya de todos los cristianos. La Custodia, maravilla de las maravillas, en su honor Toledo huele a tomillo, a flores y a romero.

Sigo en ese rincón, con respeto, mirando las calles engalanadas y miro al cielo.

Sin darme cuenta esta amaneciendo, pronto saldrá el sol y el horizonte se tornara de un rojizo, con tonos de violeta muy claro, el cielo se volverá celeste y todo seguirá igual que ayer, o, anteayer. Como siempre, y yo despertare y de nuevo suspirare y de nuevo recorreré tus calles para encontrar un trocito, un rincón aún desconocido para mí, tienes tantos que es difícil encontrar todos.

Deseo pasar una tarde en uno de tus pintorescos patios, cuajados de macetas a cuál más bella. ¡Deseo saber tantas más cosas de ti! Que esos días que no paso contigo se me hacen eternos.

Abre el día debo terminar esta carta amor, es muy corta para decir todo lo que siento por ti. Te seguiré amando locamente, como siempre te he querido, como siempre te he defendido a capa y espada. Para mi siempre serás mi amante Toledo ¡cuanto te quiero!